jueves, 25 de enero de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Es cuestión de fe. Indudablemente que dentro de ti encuentras respuestas que te acercan y te dicen que Dios está muy cerca y camina contigo a tu lado. Pero de ti depende la elección.

Dios, tu Padre, te ha creado para que seas feliz eternamente a su lado en su Reino. Ha sembrado, por tanto, la semilla buena en tu corazón pero ha dejado que seas tú quien abone tu propia tierra, cultives la buena semilla y la protejas de la zarza y abrojos para que dé buenos frutos.

Has sido creado a su imagen y semejanza. Por tanto, es evidente que dentro de ti hay mucho de parecido a tu Padre Dios, tu Creador. Sin embargo, te toca a ti descubrirlo, discernirlo y tomar parte en decidir tu camino. En el bautismo tienes una oportunidad para que el Espíritu Santo, quien baja a ti en ese instante, te asiste, ilumine y fortalezca. Los peligros por los que vas a caminar en este mundo son peligrosos y solo no tienes posibilidad de sortearlos. Necesitas el auxilio y asistencia del Espíritu.

De siempre hemos oído que la avaricia rompe el saco. Pues bien, hoy el Papa Francisco, en la catequesis de la audiencia de hoy miércoles, nos habla del vicio de la avaricia. Un vicio que nos ciega hasta el punto de hacernos perder la trascendencia de nuestra alma y el destino al que estamos llamados: La vida eterna. 

De nada nos vale atesorar en este mundo porque todo se queda aquí. Importa atesorar actos de amor y misericordia que son los que nos valen para entrar en el Reino de nuestro Padre Dios.

Con el tiempo me he dado cuenta de que la avaricia está en aquellos que cegados por el poder del dinero no se dan cuenta de que aquí el tiempo es poco. Por tanto, de muy poco sirve - valga la redundancia - poseer todo el dinero y el poder del mundo porque todo se acabará pronto, y todo se quedará aquí.

De que te vale, pues, ganar el mundo si pierdes tu alma y tu vida condenándola para la eternidad. Hoy el Papa Francisco toca este vicio tan peligroso de la avaricia y nos invita a reflexionar sobre el mismo.

El Espíritu no tiene mensaje propio, no es palabra externa; es silencio y actúa desde dentro y desde abajo a través de personas y comunicades. Su misión, en definitiva, es conducirnos a Jesús (I Cor 12, 3) (CJ – Cuadernos 235 – El Espíritu sopla desde abajo – Víctor Codina).

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