Quizás, y sin
quizás, hoy también sucede lo mismo. Hay muchas personas que tratan a Jesús de
un loco o idealista y piensan que su mensaje es distòpico en el mundo que ellos
viven. Y muchas familias que tratan de apartar a sus hijos, tratándolos de
locos, cuando se enfrentan con la verdad ante la mentira. Vivimos realmente
esos mismos tiempos.
Sí, Señor, eso es
lo que quiero, caminar por la senda del bien y desechar el camino del mal. Dame
la sabiduría para saber identificarlos y la enseñanza de saber aplicarlos y
distinguirlos para optar siempre por el bien y desechar el mal. Amén.
Hoy en día se
sigue pensando igual. Hay miedo de enfrentarse a las mentiras y disparates de
los que proponen un mundo tal como ellos lo piensan. Hay mucha gente de bien,
honradas y creyentes y con muchas cualidades y valía que se apartan de
intervenir en la vida pública por miedo, por el interés de sus familias, por no
complicarse la vida y tener problemas. Quizás el mundo podría estar mejor con
sus locuras por hacer el bien olvidándose de sí mismos.
Para muchos de nuestros
contemporáneos, tanto Dios como Cristo quedan lejos, y el Espíritu ha
desaparecido. En un conocido texto del patriarca orienta Ignacio IV de
Antioquia en el Consejo Ecuménico de Upsala 1968, lo expresaba con gran
lucidez:
Sin Espíritu, Dios está
lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia
una simple organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el
culto una evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos.
Pero en el Espíritu, Cristo resucitado está aquí, el Evangelio es fuerza de vida, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un servicio liberador, la misión es un pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, el actuar humano queda divinizado (CJ - Cuadernos 235 - El Espíritu sopla desde abajo - Víctor Codina).
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