domingo, 7 de enero de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Juan lo anuncia y llegado el momento se aparta de la escena para que tome su lugar el Mesías esperado, que nos bautizará con el Espíritu Santo. Ese mismo Espíritu Santo que bajo sobre Él cuando fue presentado por Juan a sus discípulos en el Jordán.

Tú, Señor, eres mi gran y mejor regalo. Nunca te vas, siempre permaneces, nunca pasas y eres la fuente de mi felicidad. Vivo y camino porque Tú me amas y perdonas mis pecados y das verdadero sentido a mi vida. ¿A dónde iría sin Ti? Gracias, Señor, por este hermoso día y haz que siempre yo te busque como lo hicieron esos magos.

Y es la hora de nuestro bautismo cuando quedamos llenos de Espíritu Santo. El mismo, tal como ya hemos dicho, que acompañó a Jesús al desierto y durante toda su vida pública. Y el mismo que nos acompañará a nosotros para que también podamos cumplir nuestra misión. Solo hay una pega, que somos libres y dependerá de nosotros dejarnos y abrirnos a su acción. Fue lo que hizo Juan y todos los que le han seguido. Porque, no fueron ellos sino la obra del Espíritu Santo actuando en ellos.

La vida tiene su recorrido y eso comporta también sus riesgos. De querer tomarlos solo estarías avocado al fracaso porque el poder del mundo y sus seducciones te pueden. Solo podrás recorrer tu camino con éxito acompañado con el Espíritu Santo.

No se daba entre ellos esa palabra fría de «mío» y «tuyo». De ahí el gozo que reinaba en la mesa (CJ – Cuadernos – 234 – Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – José I. González Faus).

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