La Palabra de
Jesús, el Señor, no es una palabra hueca, vacía y sin consecuencia y contenido.
Todo lo contrario, es una Palabra que se hace vida, da paz, sana y tiene cumplimiento
e incide consecuentemente en nuestra vida llenándola de paz y esperanza.
Ven, Espíritu
Santo, y aduéñate de mi vida, tómala y dirígela hasta la Casa del Padre. En ti
confío y a ti me abro para que me llenes de tu paz, sabiduría y fortaleza.
Amén.
Solo Jesús
responde a nuestras esperanzas de alcanzar un vida plena de gozo y felicidad
eterna. Todo lo demás es caduco y tiene sus días contado. ¿Para qué entonces
tanto afán por poseerlo? Solo lo que perdura y es eterno tiene verdadero valor.
Y la Palabra de Jesús, nuestro Señor, es Palabra de Vida Eterna y tiene, por
tanto, valor eterno. Su Palabra siempre se cumple y en ella y por su
Misericordia Infinita esperamos alcanzar la Vida Eterna.
Este Espíritu nos lleva a Jesús y nos mueve por dentro para que sigamos su estilo basado en el amor, el perdón, la entrega. La predilección por los pobres, por los enfermos, por las mujeres y por los extranjeros. El Espíritu nos da confianza en el Padre, nos inspira las bienaventuranzas, nos da esperanza en la resurrección y nos permite participar de la vida nueva de Jesús resucitado (CJ – Cuadernos 235 – El Espíritu sopla desde abajo – Víctor Codina).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.