domingo, 28 de enero de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

La Palabra de Jesús, el Señor, no es una palabra hueca, vacía y sin consecuencia y contenido. Todo lo contrario, es una Palabra que se hace vida, da paz, sana y tiene cumplimiento e incide consecuentemente en nuestra vida llenándola de paz y esperanza.

Ven, Espíritu Santo, y aduéñate de mi vida, tómala y dirígela hasta la Casa del Padre. En ti confío y a ti me abro para que me llenes de tu paz, sabiduría y fortaleza. Amén.

Solo Jesús responde a nuestras esperanzas de alcanzar un vida plena de gozo y felicidad eterna. Todo lo demás es caduco y tiene sus días contado. ¿Para qué entonces tanto afán por poseerlo? Solo lo que perdura y es eterno tiene verdadero valor. Y la Palabra de Jesús, nuestro Señor, es Palabra de Vida Eterna y tiene, por tanto, valor eterno. Su Palabra siempre se cumple y en ella y por su Misericordia Infinita esperamos alcanzar la Vida Eterna.

El Espíritu es vivificante, es Señor y dador de vida, es novedad, siempre desborda límites conocidos, rompe esquemas, sorprende, nunca nos abandona, nunca entra en huelga.

Este Espíritu nos lleva a Jesús y nos mueve por dentro para que sigamos su estilo basado en el amor, el perdón, la entrega. La predilección por los pobres, por los enfermos, por las mujeres y por los extranjeros. El Espíritu nos da confianza en el Padre, nos inspira las bienaventuranzas, nos da esperanza en la resurrección y nos permite participar de la vida nueva de Jesús resucitado (CJ – Cuadernos 235 – El Espíritu sopla desde abajo – Víctor Codina).

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