No perdamos nunca
de vista al Señor. Él está en todo momento a tu lado. Se ha encarnado en
Naturaleza humana para anunciarnos el amor misericordioso del Padre y para decirnos
que estará siempre con nosotros. Miremos siempre al Señor antes que a nuestros
miedos.
Dame, mi Señor, la
suficiente paciencia y humildad para aceptar mis vulnerabilidades y reconocerme
débil y pecador. Y la sabiduría de saber que en Ti encontraré la fortaleza
necesaria para hacerme fuerte y resistir las tentaciones del pecado.
Es evidente que la
vida nos trae muchos momentos de incertidumbre, de peligros y de instantes
donde el miedo se apodera de nosotros, nos somete se adueña de nuestra
voluntad. El miedo nos gobierna y nos hace perder nuestro propio control. Son
en esos instantes donde no podemos perder la conciencia de que nuestro Padre
Dios está presente en nuestras vidas y en y con Él nada debemos temer.
¿Es extraño que este olvido teórico y vital del Espíritu engendre, tanto en jóvenes como en mayores, la sensación de asfixia? Los que hemos experimentado en la pandemia del COVID – 19 que sin oxigeno nos asfixiábamos, también lo experimentamos en lo humano y espiritual: sin Espíritu no podemos respirar, nos asfixiamos, nos falta hálito, nos falta vida, nos falta esperanza, nos falta alegría y no tenemos futuro (CJ - Cuadernos 235 - El Espíritu sopla desde abajo - Víctor Codina).
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