lunes, 22 de enero de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Todo pecado es perdonado desde el arrepentimiento y dolor de corazón, pero el pecado contra el Espíritu Santo es imperdonable. De la misma manera que no se puede apagar el fuego echando más fuego, tampoco se podrá perdonar un pecado sin reconocerlo.

Jesús, el Señor, nos lo ha prometido y sus promesas se cumplen. Así que será el Espíritu quien nos guiará hasta converger en una misma fe y en un único Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Es de sentido común, ¿cómo se puede perdonar un pecado a aquel que no quiere que se le perdone? Sería ilógico poder hacerlo, puesto que el perdón implica arrepentimiento y dolor de corazón de haber ofendido. Por tanto, quienes van contra el Espíritu de Dios y blasfeman contra Él están rebelándose y negándose a reconocerlo sin posibilidad de arrepentirse. Cargarán con su pecado para siempre.

A diferencia del hijo que se encarna en Jesús de Nazaret, el Espíritu no se encarna en nadie, ni está en un solo lugar de la historia. Bíblicamente, el Espíritu se expresa a través de símbolos, aire, viento, agua, fuego, paloma… Su expresión hebrea es Ruaj, una expresión femenina que significa ¹hálito vital¹, soplo de vida presente en el caos originario de la creación que engendra vida (Gn 1,2) e incuba las aguas primordiales (C J - Cuadernos 235 - El Espíritu sopla desde abajo - Víctor Codina).

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