Es cuestión de fe.
Y yo, Señor, creo en Ti, en tu Poder; en tu Compasión; en tu Misericordia y en
tu Generosidad. Por eso acudo a Ti, mi Señor, y te pido con toda confianza que
me limpies de todos mis pecados, de todas las cosas superfluas y me libres de
todas mis tentaciones y seducciones de este mundo.
Sé, Señor, que
estás a mi lado, pues me has creado para que vuelva a Ti. Sé, Señor, que tu
Misericordia es Infinita y nos salva de la esclavitud de nuestros pecados. Sé,
Señor, que nos amas pues has tomado naturaleza humana para entregar tu vida por
nosotros. Pero, soy tan mísero y pecador que necesito y te pido, Señor, que me
des la fortaleza y sabiduría de estar y permanecer siempre en Ti.
No es fácil
caminar por este mundo sin estar amenazado por el peligro del pecado. Las
tentaciones son muchas: un mundo acomodado, avanzado técnicamente y lleno de
ofertas placenteras que satisfacen y atraen a nuestra naturaleza humana, débil
y fácil de tentar. En este mar de tempestades, Señor, yo, Señor, me acerco a Ti
como aquel leproso y te digo lo mismo: ¡Señor, si quieres puedes limpiarme!
Sé muy bien que todo esto molesta a los que me escuchan, pero ¿qué debo hacer? Esta es mi obligación y no dejaré de advertiros estas cosas, tanto si obtengo algún resultado como si no (CJ – Cuadernos – 234 – Ricos y pobres en el Nuevo Testamento – Jose I. González Faus).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.