Es evidente que tú
y yo también somos enviados. Porque, solo hay una forma de vivir: reflejar el
amor de nuestro Padre Dios, tal cual nos enseña Jesús y nos asiste el Espíritu
Santo. Y esa transparencia de nuestra vida habla por sí sola del Amor Misericordioso
de nuestro Padre Dios.
Mis labios están llenos
de palabras que dan gracias a cada instante por tu presencia en mi vida, Señor.
Camino y me sostengo porque Tú entras de lleno en mi corazón, le das vida y lo
riega de tu Gracia para que lata conforme a tu Voluntad. Porque ese es también
mi deseo, Señor. Gracias.
Es inevitable,
injertados en el Espíritu Santo reflejaremos en todos nuestros actos el amor de
Dios nuestro Padre. Para eso ha venido en la hora de nuestro bautismo, para
auxiliarnos, asistirnos y fortalecernos en la lucha de cada día ante y contra
las tentaciones que el mundo nos propone y con las que quiere seducirnos y
apartarnos de la presencia del Espíritu. Y en cada acto de nuestra vida
estaremos reflejando y proclamando el amor de nuestro Padre Dios.
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