La relación con
nuestro Padre Dios es la clave para sostenernos en el camino de cada día y la
única forma de conocer su Voluntad. Jesús, nuestro Señor e Hijo de Dios, nos enseña
con su Vida como estar en constante relación con nuestro Padre Dios.
Solo Tú, Señor,
llenas mi vida de sentido, de luz y de esperanza. Porque, precisamente en la
debilidad y fragilidad de mi vida Tú la rescatas, la fortaleces y reconstruyes
de las caídas y del pecado. La sostienes y la pones en camino de vida eterna.
Avanzar por
nuestras cuenta y según nuestras ideas y proyectos es erróneo. Erróneo porque
no encontraremos el camino de salvación sino el que el mundo nos propone con
engaños y seducciones. La única manera de avanzar es estar en pleno contacto
con nuestro Padre, tal y como Jesús nos enseña con su Vida, y, a través de
nuestra humilde oración, conocerle y pedirle la fortaleza, paz y sabiduría para
hacer su Voluntad. Sin olvidar que el Espíritu Santo está con nosotros para
ayudarnos a ponerla en práctica.
Sería un error pensar que esa indiferencia es solamente fruto de una irresponsabilidad individual, como si de repente hubiéramos olvidado nuestra condición de seres humanos y nos hubiéramos puesto a mirar hacia otro lado por decisión propia. La indiferencia forma parte de la estrategia misma de un sistema que nos envuelve sutilmente, que satura nuestros sentidos, que nos va vendando los ojos, que nos hace dudar de los hechos mismos (CJ – Cuadernos – 236 – Cristo y las culturas – desafíos de la teología pop – Carlos Maza).
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