No te preocupes
tanto por lo de afuera, eso no llega a contaminarte si tu procuras que no entre
dentro de tu corazón. Eso sí, lo que sale de tu corazón si te contamina y te
hace impuro: avaricia, adulterio, orgullo, mentiras, soberbias, fraudes…
Tú, mi Señor, eres
todo en mi vida. Sin ti pierde sentido mi camino, mis esperanzas, mis anhelos,
mis ilusiones y toda mi vida. Vivo, aunque consciente de mis pecados, pendiente
de encontrarme, cara a cara, contigo, mi Señor, y recibir tu Infinita
Misericordia.
El creyente sabe a
lo que tiene que enfrentarse. Primero, tener un corazón libre de toda
contaminación para ser capaz de decir la verdad y enfrentarse sin miedo a la
mentira. Seguir y creer en Jesús de Nazaret te exige no comulgar con ruedas de
molino. Ser libres exige tener un corazón libre, despojado de toda ambición
humana y lejos de las seducciones y tentaciones de este mundo.
Justicia y misericordia son las dos palabras que más no acercan al ser de Dios. La intuición del Éxodo se hace presente aquí, más elaborada. Dios es «Misericordia Fiel» (Jn 1, 17) que se extiende hasta la justicia plena, que no puede tolerar las injusticias y, por eso, escucha el clamor de los oprimidos, y trabaja en su defensa (CJ - Cuadernos - 227 -Sabiduría divina - Los pobres en los libros sapienciales de la Biblia - José I. González Faus).
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