sábado, 10 de febrero de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Si realmente queremos parecernos lo más posible a Dios tendremos que ser lo más misericordiosos y justos posibles. Eso, sin el hecho de compartir lo que somos y tenemos, no será nunca realidad ni posible. De tal forma que en la medida que compartamos, más cerca de Dios estaremos.

Saber, Señor, de tu Infinita Misericordia y de tus deseos de invitarme a compartir tu Reino, me llenan de gozo y esperanza. Te pido que me ayudes a aceptar tu invitación porque es lo que yo también más deseo. Líbrame de las seducciones de este mundo y de mis propias ambiciones y pecados.

Y es precisamente donde más se identifica al cristiano: Su amor abierto a la generosidad y su capacidad para actuar en todo momento de manera misericordiosa tratando de imitar al Señor. Sin amor, justicia y misericordia, por muchas oraciones, novenas y eucaristías que vivamos, estamos lejos de Dios. Nuestra vida dirá lo contrario al ser cristiano y nuestro testimonio será negativo. Quizás, preguntémonos: ¿Será eso lo que realmente está sucediendo?

Y desde ahí brota la crítica de Dios a tantas justicias humanas:

Dios juzga rodeado de ángeles: «¿hasta cuando daréis sentencia injusta poniéndoos de parte del culpable? Proteged al desvalido y al huérfano, haced justicia al humilde y al necesitado, defended al pobre y al indigente sacándolos de la mano del culpable» […]. Ellos inocentes e insensatos caminan a oscuras mientras vacilan los cimientos del orbe […]. Levántate, oh, Dios, y juzga la tierra porque Tú eres el dueño de todos los pueblos (Sal 82, 2-5.8) (CJ – Cuadernos – 227 – Sabiduría divina – Los pobres en los libros sapienciales de la Biblia – José I. González Faus).

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