¿Cómo se puede
ayunar cuando realmente el Señor está entre nosotros? ¿No será que al vivir en
actitud fraterna, injertado en Él y como Él nos enseñó, nos privamos
voluntariamente al compartir y servirnos los unos a los otros? ¿No es ese el
ayuno que quiere el Señor?
El camino es
largo, cuarenta días de preparación que injertados en el Espíritu Santo
fortalecerá nuestra espíritu, hará más llevadero nuestro camino y llenará de
sentido, gozo y alegría nuestra vida. ¡Adelante!
¿Y no
experimentamos gozo y alegría cuando ayudamos a alguien de forma desinteresada y por amor. Porque,
eso es precisamente amar: servir sin ningún interés material sino buscando el
bien y la justicia precisamente en aquellos más necesitados. Es ese el
verdadero ayuno que nos pide nuestro Señor. No se trata de privarnos sino de
darnos.
La palabra debe entenderse en su sentido más originario: adaptación al modo de ser de la realidad; pero no el sentido hipócrita de quienes llaman «moderación salarial» a la injusticia salarial, como si la injusticia fuera una exigencia de la realidad misma y no de la forma con que la hemos estructurado. Y llaman también «austeridad» a la miseria, cuando quieren imponerla a los demás (CJ – Cuadernos – 227 – Sabiduría divina – Los pobres en los libros sapienciales de la Biblia – José I. González Faus).
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