Nos gusta la
seguridad y en ella nos acomodamos evitando ver lo nuevo, lo que nos invita a
corregirnos, a crecer, a convertirnos y caminar hacia la perfección. Esa
quietud pasiva de quedarnos como estamos nos impide crecer y ver la luz que hay
afuera.
He sido creado
para ser feliz eternamente. Mi vida - la de este mundo - es el camino para
llegar a esa otra Vida para la que fui pensado y creado. Y solo contigo,
Espíritu Santo, puedo encontrar el Camino, la Verdad y la Vida. Me abro y pongo
en tus manos. Amén.
Nos ensoberbecemos
y rechazamos la Buena Noticia que nos trae Jesús. No queremos renovar nuestros
paños y odres viejos y seguimos empeñados en quedarnos estancados en lo viejo y
caduco. Y nuestra vida se empobrece, no se corrige, no es capaz de iniciar su
propia conversión. Queda aprisionada en su propia tela de araña, en su
tradición y costumbre y sujeta a la ley. No abre su corazón a lo nuevo, a lo
que hace crecer y ver la nueva vida que trae la Buena Noticia de Salvación.
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