No es cuestión
simplemente de cumplir sino de discernir ese cumplimiento que la Ley despierta
dentro de mi corazón. Porque, el cumplimiento está exento de misericordia y
Dios, que es la Ley, es Misericordia Infinita. Y es que la misericordia está
por encima de la Ley.
Señor, purifica mi
mirada y límpiame de toda impureza. Dame la profundidad y paciencia para
comprender y, sobre todo, amar con misericordia como Tú, mi Señor, me amas.
Aumenta mi fe, Señor.
La ley de los hombres condenaban a la mujer adultera. Jesús la defendió y los hombres optaron por no apedrearla. Jesús tampoco la condenó. De la misma forma, todos nosotros nos saltamos la Ley de Dios en muchos momentos de nuestra vida – pecados – y, sin embargo somos perdonados inmerecidamente por la Infinita Misericordia de Dios, nuestro Padre. Sin embargo, esa misericordia nos exige y nos pide arrepentimiento, dolor de corazón y propósito de enmienda.
Es evidente que cuando nos ensoberbecemos perdemos el sentido de la realidad y nos creemos superiores a los demás. Es evidente que la soberbia nos pierde y destruye al endiosamos y creernos suficientes y por encima de los demás incluso hasta vernos como Dios. Meditemos con el Papa en su audiencia.
Diría que la soberbia es la carencia de la humildad. Y es que cuando careces de la humildad tu ego se acrecienta y crees que vales más de lo que realmente vales. Te crees superior a otros y te ensoberbeces exigiendo ser reconocido y alabado por encima de los demás. Te constituyes centro y vanagloria para los demás y hasta llegas a desear ser y compararte con nuestro Padre Dios. Meditemos pacientemente y humildemente lo que nos dice el Papa Francisco en la audiencia de hoy.
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