Sabemos, Señor,
que hay dentro de nosotros algo irresistible que nos impulsa a ser humilde.
Comprendemos que enaltecerse no está bien, sin embargo, también somos consciente
de que irresistiblemente buscamos enaltecernos y ser más que los demás. ¡Transfórmanos,
Señor!
Sé, Señor, que si
Tú te conviertes en el centro de mi vida, mi vida - valga la redundancia – se ira
transformando poco a poco en un espejo
de tu amor misericordioso. Y eso es lo que deseo y quiero ser, Señor, a pesar
de mis debilidades, fallos y pecados. Amén.
La clave de todo
es el pecado. Queremos, Señor, ser humildes y reconocernos pecadores. No de
palabra, sino de verdad y de hecho. Y queremos pedirte perdón y acogernos a tu
Misericordia. Reconocemos nuestras debilidades y limitaciones y queremos
ponerla en tus manos para que, Tú, Señor, nos purifique. Gracias, Señor, porque
por tu Infinita Misericordia nos perdona y nos salva. Amén.
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