domingo, 14 de abril de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Son muchos los que se vuelven atrás. Su fe queda debilitada por lo angosto del camino, la dureza del terreno y los abrojos y abruptos que presenta el recorrido de la vida. La parábola del sembrador lo tipifica muy bien, solo la tierra buena, que deja hundir las raíces, da fruto.

Quiero, Señor, acallar mis voces interiores y hacer silencio dentro de mí para buscarte en mi corazón. Porque, sé, Señor, que allí estás Tú. Y quiero escucharte para hacer tu Voluntad y aparcar la mía. Porque sé, Señor, que es tu Voluntad la que me dará la felicidad eterna.

Perseverar exige fe, y la fe es un don de Dios. Por tanto, creer y confiar en la Palabra de Dios comporta fiarse incluso sin ver, tal sucedió con Tomás, y aceptar que en el Señor todo se cumplirá y se hará realidad. Sí, Jesús ha resucitado, lo hablaba hoy con un amigo, y eso es lo único y verdaderamente importante. En Él se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento y en Él toma verdadero sentido nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida.

Hay quienes se empeñan en meterte por el mismo agujero. Presenta a un Padre Dios inflexible, más cerca del Antiguo Testamento que del Nuevo. No escuchan ni tienen en cuenta las Palabras del Hijo y del anuncio de la Misericordia Infinita de Dios Padre.

Una Misericordia de esas característica, única e infinita, no puede condenar a quien responde a la Alianza que tiene sellada a fuego en su corazón (Jr. 31,31-34), cree en ella y vive en el esfuerzo del amor y la caridad. Quizás, las circunstancias de su vida no le hayan permitido ni conocer a Jesús ni caminar en su Iglesia, pero sí en el Amor y la Misericordia. Precisamente, la Voluntad de Dios.

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