Esa es la cuestión
y la propuesta de Dios: Unidos para toda la vida. Imaginemos por un momento que
todos los matrimonios que se han celebrados permaneciesen unidos hasta el final
de sus días. Imaginemos las familias, los hijos, los pueblos y la sociedad...
Señor, muéstrame
tu presencia para saber realmente con quien y en presencia de quien estoy.
Porque, sé, mi Señor, que todo lo que soy y puedo ser y hacer será por la
gratuidad de tu divina Gracia.
El mundo sería
mejor. Es evidente que es en la familia unida se aprende a respetarse, a asumir
las diferencias, a respetar los derechos, la libertad, las diferencias... A
proteger a los más pequeños, débiles... A mantener la paz y, sobre todo, a
amar. Es evidente que el mundo sería diferente.
No se te ocurra tratar de anunciar la Buena Noticia sin antes hablar con el Espíritu Santo. Es Él quien nos dirá lo qué hay que decir, cómo y dónde decirlo y cuándo decirlo.
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