No nos debe
extrañar que el camino de seguimiento al Señor sea difícil y duro. Se nos ha
dicho por el mismo Jesús. Seremos, tal y como lo fue Él, odiados por el mundo y
perseguido hasta el extremo de quitarnos esta vida.
Señor, en tu
Nombre vivo y hago todos mis actos, hasta incluso los más inconsciente. En tu
Nombre, Señor, doy gracias e invito a los demás a que te den gracias. Porque,
Señor, todo es obra Tuya.
Pero no podrán
arrebatarnos la otra, la verdadera y eterna, y en plenitud de gozo y felicidad.
Esa meta, esa idea es la que nos debe mantener siempre erguido, fieles y
agarrados a la Palabra del Señor. Él no nos falla y, como Él, en ý por Él,
resucitaremos para vivir eternamente en su Gloria. Es, evidente, un camino de
espinas pero lleno de esperanza, gozo y alegrías.
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