No sólo debes
pararte en recibir frutos y lucirlos, sino que debes esforzarte en darlos a
conocer repartiéndolos en servicio a los que más los necesiten. Porque, tus frutos
son para compartirlos y darlos, nunca para enterrarlos.
Experimento,
Señor, en cada momento de mi vida que me alejo de Ti, que considero que no me
haces falta o que prescindo que tu compañía y asistencia me sobra o no
necesito, la oscuridad, el sin sentido y la fatalidad. Entonces, entiendo y me
doy cuenta de que Tú eres mi luz, la única Luz que puede alumbrarme y llevarme
a la felicidad eterna.
Y es que, al darlos conocerán y distinguirán los frutos buenos de los malos. Y en eso comprenderán que del Señor, nuestro Padre, es de donde vienen los verdaderos frutos buenos que nos darán paz, justicia y amor eterno.
Sabido es el
problema de las drogas, y las consecuencia de caer presos en ella. Nos someten
y dominan nuestra voluntad dejándonos sin libertad para decidir nuestro camino.
El Papa toca hoy ese tremendo problema en su audiencia.
Hoy, el santo Padre Francisco, nos habla de la adicción de la droga. Una adicción que demuestra y nos revela la necesidad de un Dios cercano, que nos ayuda, aunque no lo veamos ni creamos en Él, a desintoxicarnos de esas diversas adiciones que borran el sentido de nuestra vida, y no sólo la debilitan y extinguen sino que también envenenan a nuestra alma.
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