Conocemos las
dificultades y lo difícil que es para nosotros dar testimonio de nuestra fe.
Nuestra soberbia, egoísmo y naturaleza - herida por el pecado - están vencidas
de antemano por las seducciones con las que el mundo, demonio y carne nos
tientan.
Sí, me duele
ponerme en tus manos, Señor, porque al corregirme, renovarme y enderezar mi
vida sufro y siento dolor. Me parece más cómodo el camino ancho, fácil y que me
permite satisfacer mis caprichos. Pero, sé, Señor, que contigo está mi
felicidad.
Y sólo con la
asistencia del Espíritu Santo, recibido en la hora de nuestro Bautismo, podemos
superar todas esas pruebas y salir victoriosos. De eso, precisamente, se trata:
Amar y amar hasta el convencimiento que injertados en el Espíritu Santo
podremos hacerlo. Ese es el verdadero camino de perfección que nos propone
Jesús. Y en, con y por Él podemos conseguirlo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.