Esas mismas
palabras quiero decirte yo, Señor. Con la misma fe y confianza con la que te
las dijo ese bendito leproso. Y digo bendito porque movió tu corazón hasta el punto
de dejarle limpio de la lepra. Y si así lo hiciste, mi Señor, fue porque las
palabras de ese bendito leproso iban cargadas de fe.
Y esa es mi
intención, poner toda mi vida: obras, pensamientos, emociones, deseos,
pasiones...etc., Espíritu Santo en tus manos, para que Tú las dirijas, las
empapes de tu Gracia y las lleves por el Camino, la Verdad y la Vida.
De esa fe que Tú
quieres con la que te pidamos las cosas. Yo, Señor, quiero hoy pedirte que me
des esa fe para que cuando te pida algo sea con esa seguridad de saber que un
Padre Infinitamente Bueno y Misericordioso me escucha y atiende mi súplica. Y
me lo darás si conviene a mi vida, porque, eso sí, Señor, confieso que yo no sé
pedir ni exactamente lo que me conviene. Sólo Tú sabes lo que realmente
necesito.
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