Es bien sabido que
cuando nuestra vida se complica nos acordamos del Señor, de su Madre la Virgen
y de todos los santos. Mientras la vida nos sonríe nos mantenemos alejados,
pero cuando la enfermedad hace presencia levantamos los ojos y miramos al
Cielo.
Ven Espíritu Santo
y transforma mi corazón dormido, cómodo, instalado y perezoso, en un corazón
inquieto, despierto, solidario, generoso, activo, disponible y entregado a
hacer el bien desde la gratuidad y la misericordia. Un corazón que actúe con y
por amor, sin condiciones y sin búsqueda de recompensa.
Y son esos momentos de amor misericordioso los que Dios aprovecha en su Hijo Jesús para hablarnos de su Misericordia Infinita y de su mensaje de salvación. Los milagros que hace Jesús están hechos para llamar la atención a la fe en la Misericordia del Padre. Jesús no los utiliza para gloria suya sino para decirnos que tenemos un Padre Dios que nos ama y nos llama a la vida eterna.
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