Lo sabemos porque
nuestra propia experiencia nos lo descubre y presenta. También nosotros
despreciamos y hacemos oídos sordos a lo nuestro, a lo que viene de nuestra propia
familia y de nuestros propios orígenes.
Hay momentos que
despierto y me doy cuenta de que estoy acelerado, corriendo y sin saber por
qué. Quizás no soy consciente, pero posiblemente esté estresado y agobiado sin
saber por qué y el qué. Simplemente corriendo y deprisa.
Y experimento que
te necesito, Señor, para descansar en Ti y relajarme con y en tu presencia.
Dame, Señor, la paciencia de simplemente saber que Tú vas delante de mí y yo
simplemente tendrá que seguirte, sin prisas, sin agobios sino en paz. Amén.
Lo sabemos porque nuestra propia experiencia nos lo descubre y presenta. También nosotros despreciamos y hacemos oídos sordos a lo nuestro, a lo que viene de nuestra propia familia, nuestros propios orígenes. No valoramos lo que está entre nosotros, y viene de nuestros propios orígenes. A todo lo de afuera le damos más valor y enciende nuestra capacidad asombro. Mientras lo nuestro, no sólo nos invita al rechazo sino que nos quita toda motivación y capacidad de asombro. Es ya frase hecha lo que dijo nuestro Señor Jesús: «Nadie es profeta en su tierra».
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