miércoles, 10 de julio de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Cuando tratas de responder la exigencia de tu fe, experimentas cierta inclinación a desposeerte de ti mismo. Sientes deseos de dar y darte hasta el extremo del olvido de ti mismo. Al mismo tiempo descubres tu pequeñez, tus propias cadenas y limitaciones que te atan al mundo, a la amenaza del demonio y a tu propia carne.

Es lo más grande y lo que todos buscamos, vivir eternamente en un Reino como el que Tú, mi Señor, nos promete y nos ofrece. Un Reino de justicia, amor y paz. Un Reino donde el amor es el vehículo que nos une y nos sostiene. Un Reino donde la felicidad se hace presente en cada momento y donde el hombre, criatura de Dios, satisface todos sus anhelos y gozos. Amén.

Es entonces cuando descubres y experimentas que necesitas el auxilio y la asistencia del Espíritu Santo, que has recibido en la hora de tu bautismo. Solo en y con Él te sientes fuerte y capaz de vencer y rechazar todas esas tentaciones y seducciones que mundo, demonio y carne te proponen. Y, precisamente, en esa lucha de cada día, vas dando testimonio de tu fe y proclamando que Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, Vive.

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