No es nada fácil
reconocer que Dios es el Señor, principio y fin de todas las cosas. Ahora, en
el tiempo y, cada día más, me doy cuenta de lo privilegiado que he sido. Tener
fe es un privilegio y, me pregunto, si eso es consecuencia de considerarme
pequeño.
Siempre es grato
tener una madre, pero cuando se trata de Ti, María, Madre de Dios y Madre
nuestra, por la Gracia de nuestro Señor Jesús, que nos la ofrece tras su Pasión
y Muerte, todo es diferente y nuestra vida se ilumina con tu ternura, tu
humildad, tu generosidad, tu entrega y servicio y tu amor de Madre que nos
acoge misericordiosamente y nos muestra a tu Hijo. Amén.
Si así es, te reitero mis gracias de nuevo, Señor, porque siento una gran alegría experimentar que mi corazón se abra a tu Palabra y me llena de gozo y paz, a pesar de las tormentas y tempestades que sacuden mi vida, pero con la esperanza siempre de saber que llegará la paz y el gozo eterno.
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