¿Qué clase de
tierra hay en tu corazón? ¿De orilla de camino, de terreno pedregoso, de
tierra de abrojos o de tierra buena? Porque, dependiendo de la calidad de tu
tierra así, darás o no, buenos o malos frutos.
Ya nunca estaremos
solos porque Jesús, el Hijo de Dios Vivo, está con nosotros. En Él podemos
poner todas nuestras esperanzas y apoyos, y, también, nuestras palabras, porque
Él siempre nos escucha y responde.
Porque tu libertad
y buenos frutos dependerán de esa tierra que escoja y llenes tu corazón. Frutos
de verdad, de justicia, de paz y, sobre todo, de amor misericordioso. Tierra
que cultivarás con el agua de la oración, de la Eucaristía y de las obras de
misericordia.
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