Se trata de amar,
pero de un amor que no sólo busca su propia satisfacción, sino que también
busca que el otro se satisfaga, sea feliz y se realice. No cabe ninguna duda que
eso no es nada fácil, y, por el contrario, muy difícil. Diría que imposible sin
la presencia de Dios en la vida matrimonial.
María, Madre de
Dios, es un gran privilegio que seas, porque así lo quiso nuestro Señor Jesús,
tu Hijo, también Madre nuestra. Y, como Madre, te pedimos que también nos
enseñes, nos acompañes y nos señale – tu Hijo – el Camino, la Verdad y la Vida
que nos lleva también al Cielo.
De ahí la importancia del Sacramento del matrimonio. Es evidente que el amor es un compromiso. Compromiso que exige renuncias, paciencia, comprensión, sacrificios, humildad y oración. Un compromiso como el que Dios ha contraído con nosotros. Porque, Él tendría uno y mil motivos para dejarnos. Sin embargo, continúa amándonos y tendiéndonos sus brazos hagamos lo que hagamos. ¿No debemos también nosotros de amarnos así?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.