No basta con ser
buen cumplidor de todos los preceptos y normas, incluidos los mandamientos. Ya
nos quedó claro en el encuentro de Jesús, el Señor, con aquel joven rico. Todos
nuestros buenos actos son necesarios, pero si carecen de justicia y
misericordia, quedan en nada.
Esa es mi lucha de
cada día, Señor: Hacer tu Voluntad, que es la buena y la que, aunque no lo
comprenda, la que me conviene, y no la mía. Es evidente que mi voluntad me
atrae más humanamente, pero también, es la más sujeta a error y equivocación.
Porque, no es el
cumplimiento lo verdaderamente importante, aunque importa y es necesario, sino
tus actitudes ante la justicia, misericordia y fidelidad. Porque, lo que
importa es que tu corazón sea justo, misericordioso y fiel a la Palabra del
Señor.
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