El descanso –
hablamos del descanso católico – está pensado para, además de descansar y salir
de la rutina de la semana, poder reunirnos y darle culto a nuestro Padre Dios.
En ese sentido se hace necesario la asistencia a la misa de cada domingo.
Y esa es mi
esperanza, Señor, saber que Tú estás a mi lado; saber que Tú caminas conmigo;
saber que Tú Misericordia es Infinita; saber, aunque no lo entienda, que, sin
merecerlo, me perdonas. Y saber que contigo a mi lado nada temo, porque morir
es empezar a vivir en plenitud de gozo y felicidad.
Sin embargo, el descanso debe estar centrado para, liberados del ajetreo diario y la rutina de cada día, discernir y centrarnos en la presencia de nuestro Padre Dios, Señor y dador de Vida, y en su adoración a través del culto dominical. Día central de nuestra fe, pues fue el día del triunfo sobre la muerte y, por tanto, la Resurrección del Señor. No está, por tanto, la ley ante que el hombre, sino en función y para servir al hombre. Y, en consecuencia, el descanso, para servir y adorar a Dios.
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