Quizás, sin darnos
cuenta, y apenas advertirlo estamos sordos y ciegos. Sordos a la Palabra de
Dios, y ciegos a sus enseñanzas y testimonios que nos enseña el Camino, la
Verdad y la Vida.
No es cuestión de
hablar mucho, más bien y mejor, se trata de escuchar más. Hacer silencio dentro
de ti, porque ese es el lugar donde está Dios, en lo más profundo de tu
corazón. Abre tus oídos, haz silencio y escucha la Palabra que Dios te dice.
Encontrarás Camino, Verdad y Vida.
Posiblemente,
oímos y vemos lo que no es de importancia ni valor para la Vida Eterna que nos
espera. Tenemos los oídos y ojos abiertos a la vida de este mundo y nos dejamos
fácilmente seducir por él. Sin embargo, mantenemos cerrados nuestros oídos y
ojos a la Palabra de Dios y, ni oímos ni vemos sus enseñanzas y manifestaciones
de amor y misericordia. Pidamos al Señor que realmente abra nuestros oídos y
ojos para oír y ver su Palabra y la Luz que nos alumbra el único y verdadero
Camino, Verdad y Vida.
Posiblemente
sucede hoy que muchos se quedan sordos porque cierran sus oídos y ojos a la
verdad, a la Palabra de Dios y, al no tener Espíritu de Dios, no oyen ni ven.
Abrir tus oídos y tus ojos exigen abrir tu corazón a la escucha de la Palabra
de Dios. Es entonces cuando realmente tus oídos y tus ojos quedan abiertos y en
disponibilidad de que el Espíritu Santo, que has recibido en la hora de tu
bautismo, haga que oigas y veas.
Hay muchos que
piensan que sus vidas acabarán cuando se les acabe ésta de aquí abajo. Su grave
equivocación es que, no sólo no es que no se acaba, sino que empieza otra, la
verdadera vida eterna. Y según hayas vivido ésta, vivirás la otra.
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