Sabemos que
nuestro corazón también se compadece. Todos lo hemos comprobado en algún
momento de nuestra vida. Experimentamos dolor y compasión cuando vemos a
alguien sufrir o ser maltratado por alguien. En eso nos parecemos a Jesús.
No es cuestión de
palabras sino de obras. Abrirnos a la acción del Espíritu Santo y dejar que Él
vaya orientando mi vida, señalándome el Camino y enseñándome la Verdad. Se
trata de ponerme en sus Manos y dejarme conducir por sus impulsos y soplos. Él
está en mi vida desde la hora de mi bautismo.
Por algo decimos
que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Y si Jesús es el Hijo
predilecto, también nosotros nos parecemos en algo a Él. Es evidente, lo hemos
experimentado, sentimos compasión cuando vemos injusticias y atropellos, e,
instintivamente, saltamos a ayudar. Ahora, lo que verdaderamente importa es
sacar al primer plano de nuestra vida esas cualidades parecidas a nuestro Señor
Jesús. De esa manera, viviremos tratando de imitarle y de vivir en su Vida y
Palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.