Corremos un gran
peligro cuando queremos entender lo que no podemos entender. Nuestro Padre Dios
es inaccesible para nuestra capacidad intelectual. Y de ser accesible dejaría
de ser Dios. Por tanto, sólo nos queda la opción de creer en su Palabra
Señor, Tú sabes
que yo quiero seguir tus pasos y andar por el mismo camino que Tú me indicas.
Pero, también sabes, Señor, que soy débil, fácil de seducir y de quedarme en la
orilla del camino pasivo, quieto y perdido. Dame, Señor, fortalece y muéstrame
el camino.
Y no se trata de
creer a ciega. Hay muchas razones para confiar y creer. Su Hijo, nuestro Señor,
nos lo ha revelado con su Vida y sus Obras. Su Amor Misericordioso nos ha
enseñado hasta que extremo nos quiere su Padre que permite y envía a su Hijo
Predilecto a que entregue su Vida por y para salvar la de cada uno de nosotros.
Y el fundamento principal es su Muerte y Resurrección, pilar y roca de nuestra
fe.
No hay sino un Camino, una Verdad y una Vida. Y todo lo demás son caminos erróneos y engañosos. Una vida en este mundo, y, la misma, que tras las resurrección, continúa para toda la eternidad. Y esa es la cuestión, vivir eternamente en la presencia del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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