Se hace
enormemente difícil abajarse, humillarse y ponerse a servir. Hacerlo de forma
voluntaria y gratuita. No entra en nuestra razón, pero no por eso, es ahí donde
está el secreto y la clave de esa felicidad que tanto ardorosamente buscamos.
Desde el día de mi
bautismo, Espíritu Santo, estás dentro de mí. Quizás durante mucho tiempo no me
he dado cuenta, pero desde que tomé conciencia de ello, Espíritu de Dios, te
pido y me abro a Ti para que dirijas mi vida y la orientes para hacer la Voluntad
de Dios.
Sin embargo,
cuesta dar el paso y experimentarlo. Cuesta darse cuenta, pues, eso supone
haberlo dado. Y tras experimentarlo ya no hay nada que te pueda parar, caminas
al encuentro de esa Gracia que emana del darse por amor gratuito y sin
condiciones. No cabe ninguna duda que sin la asistencia del Espíritu Santo nada
podemos hacer.
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