martes, 29 de octubre de 2024

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Sabido es que todo lleva su tiempo y su entrenamiento. El crecimiento exige esfuerzo, sacrificio, desarrollo, alimento, ejercicio y, sobre todo, tiempo. Cambiar nuestro corazón no es cosa de un día, ni tampoco está en nuestras manos. Es cosa de ponernos en manos de Dios.

Sé, Señor, y siempre lo he escuchado de tus Palabras, de que el Amor es lo que nos salva y nos hace feliz eternamente. Tú nos salva por Amor, y nos manda a amarnos como Tú nos amas. Haz, Dios mío, que tu Espíritu de Amor llene nuestros corazones.

Y ponernos en manos de Dios exigirá fe. Una fe que nos lleva a confiar y obedecer, y a ponernos en búsqueda de encontrarnos con Él, Camino, Verdad y Vida, para dejarnos amasar, en y por su Espíritu, nuestra levadura y semilla, sembrada en nuestro corazón, hasta el punto de ir adquiriendo y experimentando su presencia en nuestra vida y la transformación de nuestro endurecido corazón en un corazón sencillo, humilde, paciente, comprensivo, suave, bueno y misericordioso.

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