No es cuestión de
pasar el tiempo de nuestra vida portándonos bien. Eso, no cabe duda, es importante y hay que
hacerlo, pero también se hace necesario preocuparnos, no sólo por nosotros,
sino por el bien de todos los demás, sobre todo de los más necesitados.
Soy criatura débil
y limitada. Por tanto, Señor, propensa al pecado. Sin Ti, quedo en manos del
mundo, demonio y carne, y eso significa que estaré perdido. Por eso, Señor, te
pido que tomes mi vida, transfórmala y oriéntala hacia el Camino, la Verdad y la
Vida.
Bien es verdad que hay muchos que no quieren o no se dejan ayudar. O mejor, dicho de otra forma, no quieren moverse, esforzarse ni preocuparse en mejorar, en crecer en santidad y hacer bien. Les apetece seguir en el fango, hundidos en la mediocridad y sometidos al mundo y a las pasiones de su propia carne. De alguna manera hacen la voluntad del Maligno. Y ante eso sólo podemos rezar por ellos y estar abiertos a la verdadera ayuda, que no es otra sino la de ayudarles a cargar con su propia cruz y seguir hacia delante.
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