El camino es claro
y sencillo: «Renuncia». Renuncia a todo
aquello que nos impide crecer, perfeccionarnos según a lo que estamos llamados:
«vivir en el amor para dejarnos amar y ser
amados». Y para eso hay una clara conclusión: «Ser
sencillos y humildes.
Hoy, Señor, y cada
día, dame fortaleza, paz y sabiduría para que mis descernimientos sean los
correctos y los que vayan en la dirección de tu Voluntad. Dame las fuerzas para
que cada día siga luchando por vivir en tu Palabra y hacer tu Voluntad.
Pero, sabido es
también que nuestra naturaleza está herida por el pecado. Y nada, si vamos
solos, podemos hacer contra él. Nos vence y puede con nosotros. Necesitamos la
Gracia de la presencia del Señor que nos haga suave y ligera esa carga para
soportarla y asumirla. Para eso necesitamos ser sencillos y humildes, y
abrirnos a la escucha atenta de la Palabra de Dios.
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