No se trata de dar
limosna de aquello que te sobra, que quizás no sabes ni donde guardar o
invertir. Se trata de compartir todo lo que puedas en aportar soluciones a las necesidades
de aquellos que no llegan a tener lo necesario para vivir.
Desde el momento
que me doy cuenta de que Tú, mi Señor, eres mi luz y mi salvación, todos mis
anhelos y esperanzas son llegar a Ti, mi Señor. Te doy gracias por esa luz que
alumbra mi vida y me revela tu presencia y Amor Misericordioso que me salva.
Amén.
Tampoco la
solución pasa por ponerte tú en el lugar del que pasa hambre. Porque, serías tú
el necesitado. Se trata de compartir. Compartir hasta el extremo de comer todos
y de tener lo suficiente para vivir dignamente. La actitud de aquella pobre
viuda nos muestra el camino de compartir aun por poco que se tenga. Y no sólo
tu dinero, porque hay quien tenga más cualidades para darse que dinero para
dar.
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