Cuando dices que
amas a Dios, sólo tienes una forma de probarlo: en el amor al prójimo. Por eso,
amar a Dios es amar al prójimo. Ambos amores van unidos, porque, para probar
uno tienes que realizar el otro. Es la única manera que tienes de
demostrárselo.
Hoy rezamos por la
Iglesia purgante para que, por la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios,
sean purificados de todos sus pecados y llevados a esa Casa que Tú, Señor, nos
has preparado y donde esperamos también nosotros, por tu Gracia, Señor, llegar
el día de nuestra muerte y reunirnos con todos nuestros seres queridos.
Ahora, supongo que coincidirás conmigo que amar de esa manera por tu cuenta y propio esfuerzo te será imposible. Vamos, ni siquiera lo intentamos. Necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para poder despojarnos de nuestras apetencias, egoísmos y salir de nosotros para amar como Dios nos ama. Por eso, necesitamos primero amar a Dios, estar en íntima unión con Él para luego poder amar al prójimo como quiere que los amemos.
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