Desde esta humilde
reflexión se entiende que son los pobres y los necesitados los que abren su
corazón al anuncio de la Buena Noticia. Son los despojados de muchas cosas y
libres para poner sus vidas en las manos de su Creador y Señor.
Hay momentos que
siento que mi vida está ya acabada y que nada más puedo aportar. Sin embargo,
me revelo porque experimento que siempre hay esperanza de sacar algo nuevo, de
darte algo más, de dar respuesta a todo lo que Tú, mi Señor, has sembrado en mi
corazón.
Y, al contrario, los ricos, los que llegan a confundirse y a pensar que su felicidad está en el poder, las riquezas, el placer y disfrute de este mundo, los que se agarran a él y rechazan la invitación con la que Jesús les invita – valga la redundancia – al Banquete Eterno. Cegados por el poder, riquezas y placer llenas no dejan espacio para el Dios del Amor y la Misericordia que nos hace felices eternamente.
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