Ser vigilantes y
transmitir la Buena Noticia son actitudes inherentes a la oración y el contacto
diario y a cada instante con el Señor. Sin estar en permanente contacto – oración
– con el Señor, y abiertos a la acción del Espíritu Santo, nada podemos hacer.
En el trajín de
cada día; en las labores domésticas y actos comunes que necesariamente hacemos
cada día, encontramos la oportunidad de adorar a Dios y de estar en sus cosas
para, de esa manera, fortalecernos y hacer su Voluntad.
El mundo, demonio y carne, grandes peligros para nuestra alma, están al acecho de nuestra debilidad para seducirnos, engañarnos y tras ofrecernos falsa felicidad, apartarnos del camino del Señor. Para combatirlo se hace necesario e imprescindible la permanente vigilancia, en y con la oración y el contacto con el Señor (sacramentos reconciliación y Eucaristía). Estamos avisados – Lucas 18, 1-8 – y la responsabilidad es nuestra.
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