No se trata de
esperar a que nuestra tierra esté preparada. Necesitará esfuerzos, trabajo,
abono, estierco, que nos tocará poner a nosotros. Preparada la tierra, la Gracia
de Dios hará el milagro de que la semilla crezca y dé frutos.
Así soy y así me
descubro, Señor. ¿Para qué voy a esconderme y aparentar lo que realmente no
soy? Tú sabes, mejor que yo, eres mi Creador, quien soy y de que pata cojeo.
Endereza mi vida, Señor, porque eso es lo que yo también quiero, hacer tu
Voluntad y vivir de acuerdo con tu Palabra. Amén.
¿Dónde
encontraremos esos abonos necesarios para que nuestra tierra esté en
disposición de acoger la semilla y darle oportunidad de echar raíces,
desarrollarse y dar frutos? ¿No se te ocurre nada? Pues eso que estás pensando:
la oración, el sacramento de la reconciliación, la Eucaristía, la comunidad
… etc.
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