Nuestra propia
experiencia nos habla de dolor y sufrimientos. Somos consciente de que
existimos, y de hubo un inicio de nuestra vida, pero que también habrá un
final. Y ese final nos amenaza con dolor y sufrimiento. Por eso buscamos
sanación.
Me conoces, Señor,
sabes todo de mí. No en vano me has creado y conoces todas mis intenciones, mis
defectos, mis errores y pecados. Y así, tal como soy, y haga lo que haga, me
amas y me perdonas. Tu Misericordia, mi Dios, es infinita y me salva. Gracias,
Señor porque, a pesar de todo eso, cuentas conmigo.
Ahora, también
nuestra experiencia nos habla de que sólo Dios, nuestro Padre, nos puede salvar
de ese dolor y sufrimiento. Muchos lo creen, pero hay quienes no lo creen. Todo
dependerá de tu fe, y de saber que en manos de tu Padre Dios – porque creas o no
en Él eres su hijo – puedes quedar limpio según su Voluntad. Esa fueron las
palabras del aquel leproso, y, Jesús, el Hijo de Dios, cuyo infinito amor es
misericordioso, quiso limpiarlo.
No busques donde
no hay. El amor no está en el poder, tener o riqueza. El amor se esconde detrás
de la lucha de cada día por ser auténtico, humilde y aceptar las dificultades y
diferencias que nos separan y que también nos unen. Porque, cuando amas perdonas.
Y si perdonas, no hay conflicto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.