Juan protagoniza
su papel de precursor con meridiana claridad. Anuncia que detrás de él viene
uno que bautizará con Espíritu y Fuego, y al que él no es digno ni de abrocharle
el cordón de la sandalia. Deja claro humildemente que él no es el Mesías.
Eso es lo que
quiero, pero, unas veces por mis propios fallos, mis comodidades o mis dudas no
logro, al menos eso percibo en mí, hacer tu Voluntad como a mí me gustaría.
Dime, Señor, ¿dónde y cómo tengo que servir a los demás?
Y anuncia
incansablemente que está entre nosotros. Prepara el camino a quien es realmente
el Camino, la Verdad y la Vida. Y es testigo en el bautizo y presentación de
Jesús por su Padre en el Jordán: Y al salir del agua, vio que los cielos se
abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre Él como una paloma; y una voz
desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi
predilección». (Mc 1,7-1
A veces pienso que,
quizás sin darme cuenta, sea algo negativo en mis apreciaciones. Sin embargo,
creo que no es así. La vida, hay momentos que sonríe y que parece que tienes todo lo que quieres y
hasta puedes sentirte feliz.
La experiencia nos
dice claramente que esa felicidad es pasajera y volvemos al mismo sitio. Hay
que empezar de nuevo y así irá pasando nuestra vida. Y vendrá momentos de tristeza, dolor o enfermedad que
nos descubrirán que la vida tiene otro camino y otro sentido. Sólo Dios basta,
y la felicidad eterna está en ese Dios que nos ha creado y que nos Ama con
Infinita Misericordia.
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