Sé, Señor, y eso
fortalece mi confianza y mi fe en Ti, que Tú nunca me fallas, a pesar de mis
infidelidades, mis fallos y fracasos. Siempre estás presente en mi vida y, no
sólo me invitas a seguir sino que me ayudas a levantarme y continuar el camino.
La cuestión es
preguntarnos por nuestra fe. ¿Realmente creemos a ese llamado Jesús como el
elegido y ungido por el Espíritu del Señor? ¿Realmente creemos que ese Señor,
llamado Jesús, es el Hijo de Dios enviado a este mundo a liberarnos de la
esclavitud del pecado? Si así es, tratemos de depositar en Él todas nuestras
esperanzas y seguirle confiando en su gratuito Amor y Misericordia. Amén.
Los valores no cambian, están en el hombre de ayer como también en el hombre de hoy. El amor de ayer es el mismo que el amor de hoy. Y su corrupción igual, tanto se corrompía ayer como se corrompe hoy. Todo sigue igual, pero, quizás hoy la mentira se esconde en la verdad con más naturalidad que lo hacía antes. Quizás hoy se admite con más normalidad que lo incorrecto es correcto.
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