Las normas son un medio, pero el fin es el amor. Nos
sirven para habituarnos, ejercitar nuestra obediencia y fidelidad. Pero, no son
lo más importante. Si tu vida no está apoyada en la caridad y misericordia, tus
cumplimientos son vanos.
No sabría, Señor, dónde ir, ni dónde refugiarme. Sin
Ti, Señor, estaría perdido y a merced de las seducciones del mundo, del demonio
y de mi propia carne. Por eso, Señor, en la debilidad, encuentro fortaleza y
refugio en Ti. Entonces mi vida recupera su sentido y se llena de esperanza y
paz.
Tu testimonio es lo que contagia la fe. No es válido si no guarda coherencia con lo que dices. Cuando tu palabra no coincide con tu vida, todo pierde su valor. Aunque trates de ocultarlo, la incoherencia siempre se ve.
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