Muchos, al descubrir lo exigente que resulta entrar
por la puerta estrecha, prefieren optar por la puerta ancha y espaciosa, más
cómoda de atravesar. Nosotros, con nuestros egoísmos y soberbias, somos los que la estrechamos.
Hoy, Señor, pero también mañana y siempre, quiero postrarme ante Ti. Te pido con paciencia y humildad, que llenes mi corazón de paz, de la sabiduría que viene de Ti, y de fortaleza para superar todas las pruebas que se presenten en mi camino. Confiado en tu presencia, mi vida se llena de esperanza.
Pero el camino bueno es la puerta estrecha. Aunque conlleva dificultades, nos conduce al verdadero descanso, a la alegría y a la paz que solo Dios puede dar. Esa es la meta que buscamos y queremos alcanzar: la vida eterna en plenitud.
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