El Evangelio es una invitación
universal: llega a todos los rincones, aunque no todos quieran escucharlo. Aun
así, el amor de Dios está grabado en cada corazón y su misericordia no deja de
llamar.
Fortalece, Señor, mi corazón hasta
el extremo de no desfallecer y estar siempre atento a denunciar la mentira y
defender al pobre y necesitado. Ilumina mis discernimientos y lléname de valor
para encontrar siempre la Verdad y Misericordia con la que Tú, mi Señor, nos
amas.
Muchos últimos serán primeros. Quizás sin conocer explícitamente el Evangelio, han vivido el amor y la misericordia, y eso es presentarse con el verdadero traje de fiesta: la caridad y la misericordia.
El tiempo es oro, y todo el que hayas perdido dejándote atrapar por el mundo, demonio y carne, será una loza que, en la misma proporción, te costará levantar. Si bien la Misericordia de Dios es infinita, tu negligencia y pereza te reclamarán esfuerzo y sacrificios en la misma medida.
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