Mucho de lo que sufrimos en esta vida es causa de nuestras decisiones; otras veces, del daño ajeno. Pero, nunca es culpa de Dios. Él está siempre a nuestro lado para levantarnos, darnos ánimo y paz.
Cada día es una aventura. A veces, fácil de superar, pero otras difíciles. Sin embargo, Señor, yendo contigo, todas serán superadas a pesar del dolor o la tristeza, porque Tú eres nuestro gozo y fortaleza.
El Señor
tuvo que resistir la tempestad de la cruz, impulsado por la arrogancia de los
hombres. Igual, también a muchos de nosotros nos toca soportar nuestras propias
cruces, unas por nuestros propios pecados, y otras por el pecado de los demás.
Sin embargo, en Él podemos soportarla y cargarla hasta nuestro propio Calvario.
Y en ese camino su fuerza nos sostiene hasta la Resurrección.
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