En ocasiones experimento una gran
vergüenza; en otras ocasiones experimento que no tengo la capacidad de hacer
más que lo que está en mis manos, y en otras ocasiones experimento compasión y
me esfuerzo por hacer lo que puedo.
La codicia duerme en mi corazón y, aunque no la despierte, siempre está latente el peligro de ser tentado. Señor, líbrame de la tentación de mirar para mí mismo, y de buscar mis propias satisfacciones y deseos.
El mundo será lo que cada persona esté dispuesta a compartir. Porque todos somos gotas de un mar inmenso, y solo si cada gota aporta su sal, el mar conservará su sabor, y todas las gotas podrán reconocerse como parte de ese mar. Y el mar se mantendrá salado cumpliendo con su misión: dar verdadero sabor a su agua.
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