Nuestra fe no se fundamente
en esta persona, ni en aquel sacerdote. Ni siquiera en nuestros grupos y
asociaciones. El único y verdadero fundamento de nuestra fe es Jesús, el Hijo
de Dios, que nos revela el Infinito Amor Misericordioso de su Padre.
Señor, dame la sabiduría de,
fijándome en tu Madre, que por tu Gracia, me la has regalado como Madre, sepa,
como ella, serte fiel, superar mis adversidades, y seguirte, a pesar de mis
caídas y pecados, hasta el final de mi vida.
Y no nos pone condiciones.
Su entrega es plena hasta el extremo de dar su Vida por Amor. Confía en el Amor de su Padre, y sabe que, para su Gloria, Él Resucitará
al tercer día de su muerte. Y así nos lo dice a nosotros: Quien cree en Él
vivirá eternamente en la Gloria de su Padre. Su Palabra es Palabra de Vida
Eterna.
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